El cielo se amorató.
La noche de ayer, me vi corriendo por la Av. federalismo, cerca del parque rojo.
El cielo se empezó a poner sumamente morado, y el viento y agua me daban pequeños piquetitos de aguja en el rostro. Se me hizo extraño ver al Paraninfo de la UdG llenó de gente, más tarde alguien me diría que se celebraba no sé qué cosas de la Iglesia católica; espero que no sea ningún concilio ecuménico, no nos vayan a linchar.
Llegué al templo de Expiatorio, frente a este, había un toldo blanco y sillas plásticas de la cervercería Corona. El viento era mayor, y una leve lluvia, esa que le dicen "mojapendejos" mantenía a 5 siluetas bajo el toldo. Los cinco presentes, eran: Pedro Goché, el bajista, Vicko, el Teatro en ruinas, Carlos y Huguiño Garcés. Se les veía que tenían frío o cuando menos que estaban desconcertados.
--Qué onda Huguiño Garcés..
--Qué onda Markiño Garcé.
--Se nos puso morado el cielo?
--Vino el del sonido, y le dije que se fuera.
Saludé a todos, teníamos preparada una lectura en la plaza del Expiatorio, allí casi a media plaza, enfrente del café El Fénix y a espaldas de los hotdogs y los elotes cocidos.
Pero el cielo se puso morado, como el pedazo de tela que usan los padres cuando van a confesar a sus feligreses (qué extraña palabra) y empezó a llover.
--Huguiño, Hayque tomar una decisión pero ya. Vámonos a leer al Fénix.
Llegó Adriana Leal con su hija, el Pato con su carnal Moy, Blas Roldán con un paraguas y Raúl Ramírez hablando de una mujer de los 70’s que estaba muy nalgona. Empezó a llegar más banda, entre ellos Dora Moro y nos fuimos a subir al tercer piso del mentado café. 10 minutos más tarde llegó Iván Antillón con su chavita, Gaby y otra bailarina. Venían de bailar, entrenar o como se nombre, pues traían su equipo y unas caguas en la mochila.
Todo transcurrió perfecto, buenos poemas, y excelente música de Iván. Adriana leyó con tal fuerza y cantó con más ganas. “Y voy a terminar cantando, nada más porque me gusta hacerla de pedo” sentenció. Pedro Goché, lanzó unos poemas musicalizados al aire, unas inglesas que se encontraban en el café, estaban pasmadas. Blas un tanto sobrio, con unos poemas de largo aliento. Carlos Brown, con esas palabras que se han ido perfeccionando con el tiempo. Con esa exactitud que pocos ubican, o pocos intentan ubicar. El Pato llevó su libro “De amor y muerte” y leyó el poema que le dedica a Oscar Tagle, sí, ese que dice que Oscar muere atropellado por un camión de la cervecería corona.
Excelente lectura. Entre otros asistentes, nos encontramos a Oscar Huerta, a Juan Cervántes, a Omar Rojas, quien además llevaba su “Libro libre” el cuál desde al principio aparte con la mirada. Pues no he leído “Trópico de capricornio” de Henry Miller, y ya que es Libre, pues me lo traje a mi casa. Por supuesto, después lo dejaré en algún lugar para que otro lector lo tome y lo lea.
Llovió, no pudimos hacer que nos escuchara la seño de los elotes, ni el taquero, tampoco las secres que van saliendo de la chamba, menos las amas de casa que salen con sus hijos a pasear, ya qué. Pero de todas formas llevamos la lectura acabo.
En 15 días repetiremos la fórmula. Una lectura a plena calle, a pleno pulmón. Y lo hacemos, lo hacemos... porque... ¡La Literatura...! porque somos jóvenes y rebel... porque la Cultu... porque escrib... para dar a conoc... Hacemos todo nuestro desmadrito de lecturas, revistas, publicaciones, insercciones, páginas porque nos gusta hacerla de pedo. (¡¡Excelente Adriana, mejor dicho no se puede, un abrazo!!)
El cielo se empezó a poner sumamente morado, y el viento y agua me daban pequeños piquetitos de aguja en el rostro. Se me hizo extraño ver al Paraninfo de la UdG llenó de gente, más tarde alguien me diría que se celebraba no sé qué cosas de la Iglesia católica; espero que no sea ningún concilio ecuménico, no nos vayan a linchar.
Llegué al templo de Expiatorio, frente a este, había un toldo blanco y sillas plásticas de la cervercería Corona. El viento era mayor, y una leve lluvia, esa que le dicen "mojapendejos" mantenía a 5 siluetas bajo el toldo. Los cinco presentes, eran: Pedro Goché, el bajista, Vicko, el Teatro en ruinas, Carlos y Huguiño Garcés. Se les veía que tenían frío o cuando menos que estaban desconcertados.
--Qué onda Huguiño Garcés..
--Qué onda Markiño Garcé.
--Se nos puso morado el cielo?
--Vino el del sonido, y le dije que se fuera.
Saludé a todos, teníamos preparada una lectura en la plaza del Expiatorio, allí casi a media plaza, enfrente del café El Fénix y a espaldas de los hotdogs y los elotes cocidos.
Pero el cielo se puso morado, como el pedazo de tela que usan los padres cuando van a confesar a sus feligreses (qué extraña palabra) y empezó a llover.
--Huguiño, Hayque tomar una decisión pero ya. Vámonos a leer al Fénix.
Llegó Adriana Leal con su hija, el Pato con su carnal Moy, Blas Roldán con un paraguas y Raúl Ramírez hablando de una mujer de los 70’s que estaba muy nalgona. Empezó a llegar más banda, entre ellos Dora Moro y nos fuimos a subir al tercer piso del mentado café. 10 minutos más tarde llegó Iván Antillón con su chavita, Gaby y otra bailarina. Venían de bailar, entrenar o como se nombre, pues traían su equipo y unas caguas en la mochila.
Todo transcurrió perfecto, buenos poemas, y excelente música de Iván. Adriana leyó con tal fuerza y cantó con más ganas. “Y voy a terminar cantando, nada más porque me gusta hacerla de pedo” sentenció. Pedro Goché, lanzó unos poemas musicalizados al aire, unas inglesas que se encontraban en el café, estaban pasmadas. Blas un tanto sobrio, con unos poemas de largo aliento. Carlos Brown, con esas palabras que se han ido perfeccionando con el tiempo. Con esa exactitud que pocos ubican, o pocos intentan ubicar. El Pato llevó su libro “De amor y muerte” y leyó el poema que le dedica a Oscar Tagle, sí, ese que dice que Oscar muere atropellado por un camión de la cervecería corona.
Excelente lectura. Entre otros asistentes, nos encontramos a Oscar Huerta, a Juan Cervántes, a Omar Rojas, quien además llevaba su “Libro libre” el cuál desde al principio aparte con la mirada. Pues no he leído “Trópico de capricornio” de Henry Miller, y ya que es Libre, pues me lo traje a mi casa. Por supuesto, después lo dejaré en algún lugar para que otro lector lo tome y lo lea.
Llovió, no pudimos hacer que nos escuchara la seño de los elotes, ni el taquero, tampoco las secres que van saliendo de la chamba, menos las amas de casa que salen con sus hijos a pasear, ya qué. Pero de todas formas llevamos la lectura acabo.
En 15 días repetiremos la fórmula. Una lectura a plena calle, a pleno pulmón. Y lo hacemos, lo hacemos... porque... ¡La Literatura...! porque somos jóvenes y rebel... porque la Cultu... porque escrib... para dar a conoc... Hacemos todo nuestro desmadrito de lecturas, revistas, publicaciones, insercciones, páginas porque nos gusta hacerla de pedo. (¡¡Excelente Adriana, mejor dicho no se puede, un abrazo!!)
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