roban libros
"Crimen desorganizado" POR CARLOS ENRIGUE
por: EL INFORMADOR/Redacción
fecha de publicación: 06-10-2007, 17:51 hrs.
Pues esta semana fue un lapso de grandes noticias acerca del mundo criminal. No crea usted que me voy a referir al arresto de "la reina del Pacífico", a quien por cierto no sé qué rey la ampare, pero yo la veo muy tranquilita; ni siquiera voy a hablar del chino del Atlántico. Haré alusión a un acto criminal acontecido en esta noble y leal (tampoco es sobre los aumentos de salarios).
Un torvo criminal de la peor ralea asaltó el auto de un editor local. No pudo encender el vehículo y por eso no se lo robó, ya que el sistema de encendido funciona sólo después de una cuadra de empujarlo, pero violó la cajuela, robándose la llanta de refacción y 200 libros, obra de algún hippie local. El asalto pasará a los anales de la historia, yo no sé si el ladrón sea un posible lector, que entonces me gustaría conocerlo, porque de cierto la azotea no le funciona bien; pensé que tal vez a semejanza de otros epónimos políticos esté haciendo una biblioteca con su nombre en algún centro de estudios rateriles.
Y recordé aquello que decía Catón, que "el que roba a un ciudadano va a concluir sus días cargado de cadenas; el que roba a la República, los concluye cargado de oro y púrpura". Y respecto de los robados, resígnense, ya que el mismo pensador romano decía que "la profesión de poeta era desconocida en un principio, y los primeros que se dedicaron a ella o fueron a cantar a los banquetes merecieron el nombre de vagos"; más adelante escribe que no hay que extrañarse de ello, ya que el baile, la música y la poesía, al menos los que se representaban en escena, eran ejercidos por la gente más perdida del pueblo, además cualquier artista estaba sometido sin apelación al arbitrio de un magistrado, quien ejercía la fuerza y la vara hacia su oficio en las espaldas de los ineptos y cualquier oficial público de la ciudad tenía sobre ellos, en todo tiempo y lugar, el derecho de castigo corporal y de arresto. Y luego se quejan de que ahora los ignoren.
Los damnificados con el robo han ofrecido que se quede con la llanta, pero que devuelva los libros, qué espanto que algún bárbaro se dedique a robar libros, digo, los libros se roban de uno por uno cuando alguien es tan bembo de prestarlos, pero robarse 200 de golpe no se había visto cuando menos en esta plaza.
También he pensado que existe gente que quiere cultivarse. Por ejemplo, corrieron —casi con gritos destemplados— a un entrenador de un equipo que no voy a dar su nombre, pero su uniforme es rayado y el propietario está haciendo un estadio monumental para él solo, pero no crea usted que lo despidieron por incapaz, ni mucho menos. Contrariamente a lo que dispone el principio de libertad de cátedra, le dijeron adiós al referido coach por un conflicto filosófico: resulta que los miembros de dicho equipo tienen una filosofía (diferente de aquel cantante cuya filosofía era tomar la copa de cortesía). Pues el referido tutor futbolístico tiene una filosofía diversa de la que tiene el propietario y todos los demás que le tienen que decir que sí al magnate. Ésa sí me la cuadraron a seises: filosofía futbolística, amor a la sabiduría del futbol, pero en fin, habría que considerar que Marco Tulio Cicerón dijo hace tiempo que no se puede decir nada tan absurdo que no haya sido dicho antes por un filósofo.
CARLOS ENRIGUE / Abogado.
Correo electrónico: ayerdeciamos@hotmail.com
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