Image Hosted by ImageShack.us Bodrio Angelical: Point

viernes, septiembre 21, 2007

Point

Vamos al point, me dijo Marco apenas me vio el muy ijoputa. Al point, para ir al point debemos cruzar todo el centro por la avenida principal, después de eso, caminar por esos súpermegajodidomercados gringos donde todo es más barato, si compras más. Después pasar por una calle oscura, que a pesar de ser de día la sientes oscura, o demasiado larga, o demasiado arenoza. Además hoy es martes y no hay ninguna promoción. Y lo peor de todo, que será martes todo el pinche día... y todo el día son como 6 horas más, y luego miércoles, y también: miércoles todo el pinche día.
Marco me dijo que estaba aburrido de pasarse todo el día en el underhouse, que la playa estaba muy caliente, o que había muchas gringas sin sostén, o que le daba calor y tomaba cervezas para disminuir su calentura. -A mí nadie me la pega, eso del alcol no es droga, terminó por decir cuando me vio demasiado serio. Después me sonrió y se dirigió al point. Le grite que lo esperaba en el underhouse e hizo una mueca como que gritaba, pero realmente hablaba despacio y me decía: vete a la verga pinche joto, y me mostró las llaves del underhouse.
Las seis de la tarde y vamos directos al point. Por más que intento no seguir a Marco, o por más que intento no seguir a mis pies, o por más que intento cerrar los ojos y conseguir un empleo de tiempo completo, o algo que me mantega preocupado, voy siguiendo mis pasos y esa sombra que hace mi cuerpo.
La pequeña ciudad como siempre. Demasiada luz y demasiado inglés en las calles. Un sudor seco resbalando por las comisuras. Pasamos todo el inmenso centro comercial, la señora de la tienda nos saluda levantando la mano. Siempre nos mira con cara de buena persona, y a veces le da por regañarnos diciendo: a qué van tanto al Cozco, aquí también vendo lo mismo, con una sonrisa que intenta ser ingenua pero que ni ella misma se cree.
Caminamos, en una especie de fila india de dos personas, no hablamos. Sólo vamos caminando, hasta que una patrulla nos mira y prende una sirena, entonces nos detenemos unos segundos, para ver cómo queman llanta los cuicos y se van hechos una mierda chingada. Sólo unos metros más y estaremos en el point. Una curva hecha de tierra y arena y por fin ese gran corral, con un cuarto al fondo. Como todos los nectes (me imagino) todo se ve decadente, tiene esa magia que buscamos, y que ni los grandes hoteles y los bares frente a la playa nos dan. Pasamos el corral, se nos queda viendo un señor que siempre está allí fumando faros. Entonces entramos al cuarto. En este momento seguiría una descripción de un cuarto sucio y destartalado, unas sillas mugrosas y con los clavos salidos, justo como tú, lector, te lo imaginarías. Sin embargo esta vez, hay 6 morenos grandotes y rapados, que con su cara de perros rabiosos y castrados hacen saber que son cuicos, nos miran con cara de supremacía, sentimos que si vacilamos un poco alguno de ellos nos tirará un putazo, pero ya no somos morros, entramos con cara de malditos, o de perdida con cara de yonkis y pedimos nuestro material, el tipo gordo nos las avienta a las manos. Nosotros le damos el dinero con un gesto de camadería, pero con aguda ramplonería. Los cuicos, judas, o como chingados les llamen en este puto pueblo turístico nos miran con cara de venganza y salimos del point, más cagados que valientes. Todavía hace falta regresar al underhouse, y la calle es oscura, arenoza y larga.
Vamos siguiendo nuestras sombras en una especie de fila india de dos personas. Hoy todavía es martes, maldita sea, y mañana miércoles.