Confesión irremediable

Ya lo sé, lo sé linda.

No puedo mirar a una mujer ardiente y colérica destrozar un ramo de rosas azules, gritando todo el odio del que se es capaz, y echarme a reir. Sonreir cuando ella me mire a los ojos, pidiendo un poco de comprensión, reflejarme en ella, tener miedo, buscar la Justicia, y no tener la sonrisa indigna.

A veces soy un ave enhiesta, con el pico levantado, con la sonrisa a flor de piel, con un miedo que retumba en todos los ecos de las cosas, con los puños apretados y un olor a alcohol en las visceras. Claro, es otro tipo de miedo, uno que me emociona y me levanta, me llama a hacer y creer en cosas perdidas. En llamarle a la roca grieta, a la rosa vagina.

No lo sé amor, es una actitud estúpida, y lo sé. Me brillan los ojos cuando hago algo que no está bien, como si fuese un escuincle desgañitado y con cara de pingo. Como si cuando alguien me pide perdón, y yo contesto: no te preocupes, no me auerdo de ti, pero ya que estás incado... haz como que bostezas. En lugar de decir, está bien, todo está bien, todos nos equivocamos.

Tan Vil
Llano