las otras geografías.
Cuando yo nací... nacieron todas las flores, jejejejeje.
Bueno, yo creo que cuando nací, ya había un desmadre. Claro que he nacido varias veces para mi propia consideración y sustento.
Una vez que nací, ya había mapas sobre las tierras. Yo no sabía nada de nada, me imaginaba cosas, pero era poca la consideración que les tenía. Alguna vez me fui para el sur, y me dijeron Sureño, en el este me dijeron Moscardón, en el oeste Ramplón, en el suroeste Canalla, así Canalla. Yo dije: aasí putos!
Luego llegué cerca de un río vil y amantísimo, me senté un rato, y olas de aguardiente me llamaron. Viejo camino. No supe qué dirección era, y no fue importante ubicarme. Total que allí me quedé. Estacioné mis naves, y dejé que ese clamor de agua de vida me sustentara. No fue difícil saberme en casa, pues todo apuntaba a que ese lugar era mi casa. Como lo dije antes, no quería saber qué cartografía marcaba ese lugar en el prestadomundo que vivo. Me valía madre las fronteras, total.
El río no era nuevo, como muchos otros (me imagino) da al mar, serpentea unas cuantas veces, otras es un hilo frugal, y otras es un silencio como la ira de dios. Ya sé, decir que es un río es un lugar común, y qué dijera de mí la cartografía, y sus habitantillos de segunda, pero ese río va a lugares, que pocos conocen. Aprendimos bastante en su laguna negra, pero cuando era un río que abrevaba en diferentes cantinas, cuando el clamor de la voz era ahogado por las barricas de alcohol, y las acciones eran las palabras tan dichas y no respetadas por otros charquillos, era la segunda laguna. Era el momento de aprender a vivir ríamente, de llegar a ser un río, con diferente clamor, pero río.
Poco a poco, mediante los viajes a las profundidades y a las cimas me di cuenta donde estaba, el choque con otros ríos se desataba, y el silencio era la muerte. Digo que era la muerte, porque a veces nos tocó callar, y en contra de lo que creía se debía hacer, nuestro río callaba. Entonces era la muerte, no para nosotros, para los otros ríos. La venganza, el olvido, el silencio, mientras estériles cejijuntas se encabritaban, y nuestra estancia era molesta, nuestras ropas olían a viaje; había chopos, que se elevaban 1.75 centímetros a nivel del piso, Nuestro curso era una ola que se mantenía reptilia, que viajaba, que buscaba, que encontraba, que era un viaje hacia ningún lugar, y ningún lugar nos esperaba con los brazos abiertos, pero encuanto llegábamos sabíamos que era el lugar idóneo. Y todo pudo haber transcurrido así, quizá por tiempo indefinido. Pero todo muere, o debe morir.
Fue entonces que decidimos ser ríos; no fue una aventura del adolescer, no fue una curvatura mal tomada, tampoco fue una desbandada, sólo fue la búsqueda a la cual nos había acostumbrado nuestro Maestro. Sabiendo de esto, simplemente dijo: vayan. Y fuimos. Tenemos en las manos líneas de las piedras que hemos recorrido, nuestros pies huelen a distancia, nuestras espaldas doradas por la pleamar saben a noche, nuestros puños saben a... no lo sé, nunca los he probado, pero hay gente que sí sabe de ello. Fue entoces que al hacer un movimiento, nos creyeron nueva senda, nueva covacha, cartografía inútil, muerte anunciada, risa estéril, bueyes intransigentes, copia al carbón, rima fácil, y ave sin viento; todos eso adjetivos de los que ellos fueron presa alguna vez, y lo peor, que siguen pegados a su mismo rito de ser chopo sin nacimiento y estáticos.
ahora que somos serpientes de cuerpo de agua, de cristal algunos, de muerte otros, nos quieren delimitar el terreno, quieren que seamos los mismo de la misma viga, la misma imagen que ellos quieren tener de nosotros, no podemos ser otra cosa, debemo seguir lo que la cartografía ha insistido que seamos, qué lástima!
Pues la tierra no es así. Tampoco lo es el viaje, no hay tierras que no visitaremos, no habrá brigadas que paren nuestra búsqueda, y por lo tanto, resumiendo cuentas: Aquí se chingan, aquí se sientan, arreflexionen putos! podemos perder o ganar en los páramos blancos y llenándose de perras negras, pero lo que es esta tierra... ¡Chingan a su madre!
Bueno, yo creo que cuando nací, ya había un desmadre. Claro que he nacido varias veces para mi propia consideración y sustento.
Una vez que nací, ya había mapas sobre las tierras. Yo no sabía nada de nada, me imaginaba cosas, pero era poca la consideración que les tenía. Alguna vez me fui para el sur, y me dijeron Sureño, en el este me dijeron Moscardón, en el oeste Ramplón, en el suroeste Canalla, así Canalla. Yo dije: aasí putos!
Luego llegué cerca de un río vil y amantísimo, me senté un rato, y olas de aguardiente me llamaron. Viejo camino. No supe qué dirección era, y no fue importante ubicarme. Total que allí me quedé. Estacioné mis naves, y dejé que ese clamor de agua de vida me sustentara. No fue difícil saberme en casa, pues todo apuntaba a que ese lugar era mi casa. Como lo dije antes, no quería saber qué cartografía marcaba ese lugar en el prestadomundo que vivo. Me valía madre las fronteras, total.
El río no era nuevo, como muchos otros (me imagino) da al mar, serpentea unas cuantas veces, otras es un hilo frugal, y otras es un silencio como la ira de dios. Ya sé, decir que es un río es un lugar común, y qué dijera de mí la cartografía, y sus habitantillos de segunda, pero ese río va a lugares, que pocos conocen. Aprendimos bastante en su laguna negra, pero cuando era un río que abrevaba en diferentes cantinas, cuando el clamor de la voz era ahogado por las barricas de alcohol, y las acciones eran las palabras tan dichas y no respetadas por otros charquillos, era la segunda laguna. Era el momento de aprender a vivir ríamente, de llegar a ser un río, con diferente clamor, pero río.
Poco a poco, mediante los viajes a las profundidades y a las cimas me di cuenta donde estaba, el choque con otros ríos se desataba, y el silencio era la muerte. Digo que era la muerte, porque a veces nos tocó callar, y en contra de lo que creía se debía hacer, nuestro río callaba. Entonces era la muerte, no para nosotros, para los otros ríos. La venganza, el olvido, el silencio, mientras estériles cejijuntas se encabritaban, y nuestra estancia era molesta, nuestras ropas olían a viaje; había chopos, que se elevaban 1.75 centímetros a nivel del piso, Nuestro curso era una ola que se mantenía reptilia, que viajaba, que buscaba, que encontraba, que era un viaje hacia ningún lugar, y ningún lugar nos esperaba con los brazos abiertos, pero encuanto llegábamos sabíamos que era el lugar idóneo. Y todo pudo haber transcurrido así, quizá por tiempo indefinido. Pero todo muere, o debe morir.
Fue entonces que decidimos ser ríos; no fue una aventura del adolescer, no fue una curvatura mal tomada, tampoco fue una desbandada, sólo fue la búsqueda a la cual nos había acostumbrado nuestro Maestro. Sabiendo de esto, simplemente dijo: vayan. Y fuimos. Tenemos en las manos líneas de las piedras que hemos recorrido, nuestros pies huelen a distancia, nuestras espaldas doradas por la pleamar saben a noche, nuestros puños saben a... no lo sé, nunca los he probado, pero hay gente que sí sabe de ello. Fue entoces que al hacer un movimiento, nos creyeron nueva senda, nueva covacha, cartografía inútil, muerte anunciada, risa estéril, bueyes intransigentes, copia al carbón, rima fácil, y ave sin viento; todos eso adjetivos de los que ellos fueron presa alguna vez, y lo peor, que siguen pegados a su mismo rito de ser chopo sin nacimiento y estáticos.
ahora que somos serpientes de cuerpo de agua, de cristal algunos, de muerte otros, nos quieren delimitar el terreno, quieren que seamos los mismo de la misma viga, la misma imagen que ellos quieren tener de nosotros, no podemos ser otra cosa, debemo seguir lo que la cartografía ha insistido que seamos, qué lástima!
Pues la tierra no es así. Tampoco lo es el viaje, no hay tierras que no visitaremos, no habrá brigadas que paren nuestra búsqueda, y por lo tanto, resumiendo cuentas: Aquí se chingan, aquí se sientan, arreflexionen putos! podemos perder o ganar en los páramos blancos y llenándose de perras negras, pero lo que es esta tierra... ¡Chingan a su madre!
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